Culturas cinematográficas nacionales y el caso de Mi tío Antoine, por Alfonso Cañadas

Desde mi etapa como investigador de culturas cinematográficas en la Universidad Complutense de Madrid me apasiona la idea de conocer los gustos cinematográficos de la sociedad en torno a su cine nacional. Hace tiempo que venía contemplando listas sobre películas que son reconocidas dentro de su propio país (basándose generalmente en la opinión de críticos y teóricos) como la “mejor” de todas las realizadas históricamente en dicho territorio. Hubo, desde el comienzo de mi “investigación”, un caso que me llamó especialmente la atención; y es que los resultados arrojados por décadas en la encuestas realizadas por parte del Festival de cine de Toronto acerca de cual es la mejor película canadiense de la historia ponían en primer lugar una, aparentemente desconocida, película rodada en la región del Quebec, Mi tío Antoine (1971, Claude Jutra).

Mi tío Antoine es, sorprendentemente, un drama histórico que pese a estar rodado a principios de los años 70 se ambienta en la década de los 40. Curioso que un país como Canadá, cuyo cine se reconoce internacionalmente por sus tendencias futuristas e innovadoras a nivel formal, se incline a la hora de señalar la cumbre de su filmografía por un drama histórico. Pensemos en los cineastas canadienses más reputados a nivel internacional; David Cronenberg, el creador del concepto de Nueva Carne, cuya carrera suele sondear principalmente los terrenos del terror y de la ciencia-ficción. Podríamos citar también al misterioso, y terriblemente irregular, Atom Egoyan, cuyos thrillers abordando personajes con profundos traumas le elevaron a la fama cinematográfica en la década de los 90 (Exótica, de 1994, o El dulce porvenir, de 1997, son quizás sus picos de éxito). Cabe recordar, por último, el reciente éxito de Denis Villeneuve, director de super-producciones de ciencia-ficción como Blade Runner 2049 (2017) o Dune (2021), que si bien se tratan de producciones estadounidenses elevan el reconocimiento mundial de sus primeras producciones canadienses: Incendies (2010) y Enemy (2013). No obstante el cine canadiense también goza de piezas icónicas de culto que destacan por lo arriesgado de su propuesta, como es el caso de Léolo (1992), dirigida por el prematuramente fallecido Jean-Claude Lauzon; y además se erige sobre una enorme tradición dentro del cine experimental, con figuras de la talla de Norman McLaren (británico, pero nacionalizado canadiense) y el cineasta estructuralista Michael Snow.

Videodrome (1983, David Cronenberg)

Mi tío Antoine, sin embargo, se encuentra lejos del atrevimiento que caracteriza el cine de la mayoría de los destacados cineastas que acabo de citar. Es una película tan rutinaria en la mayoría de su metraje que genera un ambiente extraño. Resulta casi imposible suponer hacia dónde se dirige la película, si es que pretende dirigirse a alguna parte. Al poco de comenzar nos encontramos con una extraña escena de tintes pasionales que nos adelanta el raro entramado de conexiones que se da entre los personajes: El tío Antoine es el dueño del mayor comercio local de un pequeño pueblo de la provincia del Quebec, que además hace las veces de funeraria local. A Antoine le acompañan en su comercio diversos personajes, entre ellos su sobrino y otra niña que ayudan en las tareas. Entre estos dos niños surge una potente tensión sexual, quizás mucho más explicita y poco romantizada de lo que se vería en otra película de intenciones más inocentes. Algo similar ocurre con la esposa de Antoine, una mujer cercana a la ancianidad que mantiene, a escondidas, relaciones íntimas con el principal empleado del comercio. Pese a lo llamativo de estas cuestiones, que no suelen ser tratadas con normalidad en el cine (el sincero despertar sexual de dos niños, y especialmente el ferviente deseo sexual por parte de una mujer muy madura), la película no acentúa estas escenas por encima de otras de carácter mucho más cotidiano que refieren al día a día de un comercio local que prepara su escaparate para navidad.


Exótica (1994, Atom Egoyan)

Sin embargo llegando a su final Mi tío Antoine va a desmarcarse como una película de cierta complejidad formal. Si bien hasta ese momento habíamos podido observar un puntual y extraño uso de lentes de gran angular, será cuando tío y sobrino acudan a recoger un cadáver en medio de una nevada que la trama terminará por explotar. El niño volverá al comercio y descubrirá la infidelidad de la tía, y atormentado se tumbará para recuperarse. Vemos en ese momento cómo la cámara desenfoca la imagen, y genera un fundido entre las florecillas de la cortina de la ventana e imágenes en blanco y negro del propio niño. Esta icónica escena, que se mantiene por varios minutos, me hizo plantearme si su director, Claude Jutra, había tenido algún tipo de conexión con el cine experimental de su país. Efectivamente, Jutra había colaborado en sus primeros años con Norman McLaren, cineasta que ya he nombrado anteriormente y que se especializó en efectos visuales abstractos a lo largo de su carrera.

Para terminar voy a añadir los resultados de la encuesta de Diez mejores películas canadienses de la historia realizada por el Festival de cine de Toronto en el año 2004:


1. Mon oncle Antoine 1971 - Claude Jutra

2. Jesus of Montreal 1989 - Denys Arcand

3. Goin' Down the Road 1970 - Don Shebib

3 . The Sweet Hereafter 1997 - Atom Egoyan

5. Atanarjuat: The Fast Runner 2001 - Zacharias Kunuk

6. Dead Ringers 1988 - David Cronenberg

7. Good Riddance (Les Bons débarras) 1980 - Francis Mankiewicz

8. Orders (Les Ordres) 1974 - Michel Brault

9. The Decline of the American Empire 1986 - Denys Arcand

9. The Barbarian Invasions 2003 - Denys Arcand


Vemos que, aunque aparecen algunos de los cineastas anteriormente citados en la lista, no figuran sus obras más populares. De hecho tanto El dulce porvenir (1997) como Inseparables (1988) podrían considerarse, en cierta medida, las más humanistas obras de Egoyan y Cronenberg, respectivamente, y las que más se alejan, dentro de sus filmografía, de géneros como el thriller y el terror. Da la sensación de que Mi tío Antoine recoge todo aquello que nos viene a la mente cuando pensamos en “la mejor película de nuestro país”: costumbres, humanismo, y en general un buen sabor de boca. Es posible que se trate más de una decisión tomada con el corazón que basada en la tradición cinematográfica del país, que en el caso de Canadá apunta mucho más hacia la experimentación formal. Pero por otro lado Mi tío Antoine es un adorable regalo que mezcla por igual la historia de una región histórica con un pequeño punto de experimentación formal. Es realmente, si unimos ambos factores, una película muy patria.


©Alfonso Cañadas, julio de 2023

Comentarios